sábado, 20 de junio de 2015

Mí Juez. Mí Padre. Mí Viejo.

A solo pocas horas de conmemorar nuevamente otro “Día del Padre”, me he visto en la necesidad de escribir y compartir una crítica (emocionalmente positiva) dirigida a la cinta cinematografía  “The Judge”. Esta película de género dramático, estrenada en el 2014, fue dirigida por el cineasta americano  David Dobkin, y fue además protagonizada por el ya mundialmente conocido Robert Downey Jr., o el también llamado Iroman: El humilde, tranquilo y honesto hombre de Hierro del mundo Marvel.

Aunque en primer instancia, el título de la cinta parezca no tener nada que ver con esta fecha tan especial para todos aquellos hombres que a pesar de todo y de todos se atrevieron a poner el pecho ante las balas, dejaron atrás su solitaria existencia y decidieron por amor mutuo dar paso a una nueva vida y emprender aquel largo viaje de responsabilidades conyugales, llamada familia. Puedo decir con certeza que es todo lo contrario.  Puedo decirles que The Judge nos hace referencia a  todo esto y a mucho. Muchísimo más…                                                                                                   
Puedo por empezar contándoles, que la historia en si trata de un abogado (Robert Downey Jr.) exitoso, famoso por defender y salvar a los culpables de la cárcel, y que tras la muerte de su madre regresa a su pueblo, donde su padre (Robert Duvall)  ha sido juez por más de cuarenta años, para pasar el duelo junto a la familia. Como no podía ser de otra manera, padre e hijo no tienen la mejor relación del mundo y buena parte de la película se resuelve en diálogos de violencia emocional que van sacando, uno a uno, los trapos al sol: los reclamos, las justificaciones y los ajustes de cuentas se suceden uno detrás de otro durante toda la cinta.  
Pero lo que en verdad quiero decirles es que The Judge es, también es, una película que hace referencia a la vejez y sobre la decadencia del cuerpo y la mente. The Judge te proyecta, es decir, te da un claro ejemplo de lo que tendrás que pasar algún día, cuando despiertes y veas a tu padre ya mayor y sin la vitalidad de la que siempre lucio orgulloso. Te dejará ver que ahora es tú turno en volver a enseñarle todo lo que algún día él, con tanto esmero, amor y paciencia te enseño. Te dejará ver que ahora es tú turno en devolverle por mil, todo aquel amor que él siempre te brindo.

El talento como actor de Robert Downey Jr. es más que evidente en esta ocasión. He visto, escuchado y leído acerca del famoso “Hombre de Acero” en más de una ocasión. Personaje que Downey Jr. logra encarnar siempre que este protagoniza con esmero y pasión, al famoso egocéntrico y narcisista multimillonario Tony Stark. Sin embargo; y a pesar de todo eso, y de los superpoderes, los villanos, las peleas, las conquistas, y el "ego" de Stark, por destacar y ser siempre el centro de atención en cada escena; nunca me había topado con una cinta de la cual pueda decir al final de la trama: ¡Chuta loco, que buen actor eres!;  o mejor dicho ¡Basta Cabrón!.. Te pasaste, lo hiciste, la rompiste, dejaste de una buena vez el trajecito de juguete barato con el que sueles aparecer regularmente en la gran pantalla, para vestirte realmente de hombre.
Al fin pude ver al verdadero “Iroman”. Al fin pude ver al hombre de carne y hueso, que lucha y logra vencer problemas reales, propios en una persona común y corriente. Problemas y circunstancias de las que muchos no estamos exentos. Problemas que nos terminan por demostrar que de eso se trata la vida.  Enfrentar lo enfrentadle. Vencer lo invencible. Dejar las diferencias. Dejar morir de una puta vez y por todo ese (maldito e innecesario) orgullo que al final del camino solo nos trae tristezas y desesperanzas.

Hay una escena que me marcó, quizás para siempre. Robert Duvall, que enfrenta un juicio con cargo de asesinato y es defendido por su hijo pródigo, está enfermo de cáncer en etapa terminal y se ha sometido a varias semanas de quimioterapia; está débil y a veces sufre furiosos ataques de demencia senil. En esas condiciones, y en calzoncillos y camisetilla, lo vemos arrastrase hasta el baño para vomitar. Su hijo, Downey Jr., alcanza a escuchar las arcadas del padre y entra al baño para ayudarlo. El viejo, que no logra llegar a tiempo a la taza del retrete, se vomita encima y el joven-aún lo convence de que se meta a la ducha para lavarse. Entonces lo levanta y, camino a la ducha, los intestinos del viejo fallan y su calzoncillo y sus muslos y sus pantorrillas y sus pies y la alfombra del baño se llenan de mierda. Luego, en la ducha, el hijo, completamente vestido, lava a su padre que está desnudo con la regadera y el agua que al principio parece el lodo de un jardín sin césped se va esclareciendo. Al final de la escena, mientras padre e hijo montan una coartada para impedir que la pequeña hija del hijo, es decir, la nieta del juez, entre y los descubra haciendo lo que están haciendo, nos damos cuenta, de  eso se trata la propia la vida.

Así fue, y solo tras  el final de la película, pude descubrir el (blanco y claro) mensaje que esta ocultaba.  Las diferencias o los problemas que podamos tener con aquellas personas que son importantes para nosotros, deben ser más que resueltos en esta vida, en este instante, en este ahora.                                
En resumen: The Judge, te lleva hacer exactamente eso. A ser tú mismo quien de el primer paso. A bajarle la guardia al orgullo.  Hacer las paces con tus fantasmas del pasado.